Todos tenemos una opinión sobre quien fue la figura de Francisco Franco, ya sea la que nos enseñó el profesor en el instituto o la que te describió tu abuelo. Sin embargo, Francisco Franco fue mucho más que un dictador. Eso es lo que parece reflejar la sociedad española más de cuarenta años después de su muerte. Franco no sólo es recordado por las atrocidades del fascismo, la antidemocracia y la censura, sino por el reciente interés y oportunismo político. Por ello, la exhumación de Franco no es un tema tan fácil como creemos. Quiero tratar de llevaros al territorio gris de esta discusión, que a día de hoy sigue siendo de forma tan ‘blanca y negra’, en un (largo) artículo donde no se habla de bien y mal, si no de ‘quién y ¿por qué?’.
Tras un largo período de parálisis, el Tribunal Supremo decidió finalmente el 24 de septiembre de 2019 permitir el proceso de exhumación de Francisco Franco. La iniciativa de la exhumación, liderada por el PSOE de Pedro Sánchez busca retirar los restos del dictador, que yacen en el Valle de los Caídos. Cabe destacar que el Valle de los Caídos es una basílica considerada un monumento a los fallecidos en la Guerra Civil Española, haciendo a Franco el único enterrado en el valle, no difunto por heridas de guerra. Aunque no se haya decidido una fecha exacta aún, Pedro Sánchez no ha dejado de repetir la inminencia y la alta prioridad que tiene este proceso de exhumación ya que, según él, la democracia española nunca podría estar completa si su dictador yace bajo un monumento. Al otro lado del espectro político, los partidos de la derecha (Ciudadanos, PP y VOX) han criticado duramente a Sánchez y lo han acusado de usar la exhumación de Franco para objetivos políticos, al aproximarse nuevas elecciones el 10 de noviembre.
Y es que el proceso de exhumación se produce en una época de estancamiento en la política española. Las elecciones de abril de 2019 no dieron ningún fruto, siendo así una victoria pírrica para el PSOE de Sánchez tras no poder formar ninguna coalición. El anuncio de nuevas elecciones en noviembre ha reactivado la campaña política y, con ello, el discurso para atraer a los votantes. Es por ello que Sánchez vuelve a considerar imperativa la exhumación de Franco, que forma parte de su discurso político desde que expresó sus intenciones por primera vez en julio de 2018. Sin embargo, esto implica la desconsideración de recomendaciones dadas en el pasado por expertos. En 2011 la Comisión para la aplicación de la Ley de Memoria Histórica concluyó, aunque no con unanimidad, que la exhumación de Francisco Franco “dividirá y tensará la sociedad española”. Como organización política que busca ganarse los votos, el PSOE tiene una gran razón para incluir la exhumación de Franco en su discurso político. Revivir el pasado español fascista es de gran interés para los partidos de izquierda, ya que la ideología socialista fue severamente condenada por el régimen Franquista, dándole una superioridad moral francamente difícil de rebatir aún en el día de hoy. Los socialistas simplemente tienen mucho que ganar reviviendo el pasado fascista.
Las conclusiones de la comisión en 2011 no parecen muy descabelladas cuando se tiene en cuenta la opinión pública. Una encuesta realizada por Sociométrica en enero de 2019 anunció que un 48,9% de los españoles estarían a favor de la exhumación, un 30,6% rechazó la exhumación y un 20,5% han manifestado su indiferencia, corroborando así los pronósticos de 2011. Esta división social, que no es nada nueva, ya ha sido aludida por el PP cuando gobernaban en el 2013. Cuando fue cuestionada sobre el Valle de los Caídos y el hecho de que es un monumento fascista, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría respondió ‘En cuanto al futuro del valle, no hay un consenso entre españoles y tomar acción reabriría heridas innecesarias’.
Fuera del arena política podemos encontrar más discrepancias con el plan de Sánchez. La familia de Franco ha mostrado su enfado con la sentencia del Tribunal Supremo y especialmente con el uso de la exhumación por el PSOE con fines políticos. Miembros de la familia han pedido explicaciones al Tribunal Supremo. El Tribunal respondió de forma muy breve que ‘no hay nada que explicar, pues la sentencia es clara’. De hecho, los Franco han expresado su disentimiento desde la primera declaración de intenciones de Sánchez en julio de 2018. En aquel entonces el Tribunal no había dado permiso aún para la exhumación y la exhumación se consideraba un argumento populista del PSOE para ganar ímpetu político y coger carrerilla para las elecciones del 28 de abril de 2019. A todo esto, los Franco no siempre han sido los perdedores en una sentencia del Tribunal. Cuando Sánchez quiso realizar la exhumación en el mismo abril de las elecciones, el Tribunal Supremo paralizó al operación. No obstante, la esperanza de los Franco de que esta parálisis se convirtiera en la ilegalización de la exhumación del dictador sería finalmente en vano.
Anteriormente en el artículo mencioné que el Valle de los Caídos es una basílica, un dato que en éste párrafo cobrará relevancia. Puesto que una basílica es una construcción religiosa y hay otra entidad que ha mostrado su descontento con los socialistas: la Iglesia Católica. La Iglesia respondió inmediatamente a Pedro Sánchez tras sus declaraciones de julio de 2018 recordándole que ‘cualquier acción dentro de la Basílica requiere el permiso de la Iglesia Católica’. Sin embargo, estas declaraciones tienen una implicación que va más allá de constatar que la exhumación de Franco es un sacrilegio, ya que Franco no es el único líder fascista enterrado en una tumba dentro de una construcción religiosa. Este hecho es algo profundamente doloroso para las víctimas de la guerra y del franquismo en general.
A parte del hecho de que las declaraciones de la Iglesia no son acordes a la Constitución Española, que permite las exhumaciones bajo circunstancias explícitas, las declaraciones de la Iglesia han exportado el dilema a otras tumbas. La tumba de otro líder fascista, Gonzalo Queipo de Llano, visto por muchos como el responsable de más de 45.000 muertes, ha atraído desde entonces la atención de varios medios incluidos los internacionales (como el programa holandés ‘Brieven aan Andalusië’). La Iglesia católica ha sido mucho más cautelosa en sus declaraciones e incluso cesó de responder a Sánchez hasta el día 9 de octubre de 2019, cuando el prior del Valle de los Caídos se dirigió a Moncloa por carta. En esta carta ratifica las declaraciones hechas en 2018, rechazando dar autorización a la exhumación. Esta carta llega tras la confirmación dada por del Vaticano de que no se oponen a la exhumación. Por lo tanto, también en el sector religioso no existe un consenso sobre la cuestión de la exhumación.
Hispanistas e historiadores llevan debatiendo esta cuestión durante un tiempo mucho más largo que los políticos. El denominador común entre estos expertos y la arena política es que no existe un consenso, puesto que las razones a favor y en contra de la exhumación son muy distintas a las usadas en el discurso político. Por un lado, existe una corriente de pensamiento que critica la exhumación porque el lugar donde se enterró a Franco dice algo sobre la sociedad postfranquista, por ejemplo, el tratar de poner punto y final a una época oscura. Lo que quieren decir estos historiadores es que la misma tumba de Franco es parte de la historia y exhumarlo por motivos políticos sería injustificable. Naturalmente, existen los historiadores que critican el hecho de que Franco esté enterrado en un monumento. Este segundo grupo argumenta que es absurdo que en un país democrático haya un monumento a un líder antidemocrático, responsable de una guerra civil e innumerables traumas para la sociedad española. Estos argumentos rivalizados, más avanzados, menos populistas y perdidos por los pasillos universitarios o libros académicos, están llegando poco a poco a la luz. El motivo de su tardía trascendencia es ni más ni menos que la legislatura de siete años del PP, un partido que nunca ha tenido querido debatir sobre este tema y guardaba un gran interés en ignorarlo.
Es por ello que la exhumación de Franco no es sólo un pulso entre los “es un dictador que no merece estar ahí” y los “que lo dejen ahí, qué ya es pasado”. Esta discusión llega demasiado tarde, y la exhumación llega demasiado pronto. En ningún estrato social, político, académico e incluso religioso existe un consenso. Es por eso que es imperativo que haya información, sobre todo cuando el discurso popular está tan polarizado. Hay que entender las implicaciones sociales que tiene un acto que una gran mayoría considera algo tan simple. Hay que entender también que las atrocidades cometidas durante el franquismo no son “lo único que cuenta” a la hora de valorar este proceso, cuando hay claros indicios de que la exhumación es un proyecto con objetivos políticos del PSOE y hay que entender que el PP ha ignorado el debate también con objetivos políticos.
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