Cataluña: Crisis moral

by Dennis Muriel

Cualquiera que no haya vivido bajo una piedra esta semana sabrá quién es Pablo Hasél y de qué trata su caso (sí, parece ser que Hasél se escribe con tilde a pesar de ser una palabra aguda terminada en -l). No pretendo diseccionar este caso, ya que ya se ha dicho todo lo habido y por haber. No seré yo quien aporte una novedad. Lo que sí que quiero hacer es hablar de moral.

La respuesta social a este suceso me ha parecido sintomática de la decadencia moral generalizada por la cual atravesamos en Cataluña. En un ejercicio de relativización, me pregunté cómo le explicaría a una persona totalmente ajena a nuestra situación política lo que ocurre en mi región, Cataluña.

Contextualizar todos los males que atañen a mi patria chica requeriría de 20 seminarios, cada cual más preocupante que el anterior. Con total honestidad, éstos tendrían menos contenido y más teatrillo de circo romano de lo que pensamos. Para mí, esta es la muestra de que Cataluña es la más española de todas las regiones de nuestro país, porque ¿qué hay más español que la bronca y la política de teatro?

Dejando de lado las chanzas, la situación en Cataluña lleva siendo lamentable desde hace una década y media. Sin embargo, ha pasado de castaño oscuro a partir del año 2017. Es difícil señalar concretamente el punto de inicio de esta debacle, pero el 1 de Octubre sería la respuesta más recurrente. Desde entonces, se han desencadenado ciertas dinámicas muy nocivas para cualquier sociedad, incluida la catalana.

Algunas de estas dinámicas ya existían antes, pero eran anómalas y generalmente eran condenadas de manera unánime. Ello, quieras o no, generaba cierta paz mental al ciudadano de a pie. Por mucho que uno discrepara ideológicamente con sus gobernantes, sabía que el sentido común les guiaría en su toma de decisiones. Sin embargo, parece ser que hemos abierto una caja de pandora en la cual se ha distorsionado lo que entendemos por sentido común.

No hablo de sentido común entendido como la superioridad de un modelo de sociedad, como: el capitalismo versus el socialismo, ni de independencia sí o independencia no.

Hablo de un sentido común apolítico, incluso empírico. Valores que han resultado condicionales para el desarrollo de cualquier civilización tanto hoy como en tiempos pasados.

Conceptos como la seguridad jurídica, que ofrecen un horizonte de estabilidad y continuidad a una comunidad están, a día de hoy, bajo asedio. Y es que, ¿cómo le explicas a un extranjero que tenemos un gobierno que no sólo permite, sino que alienta protestas violentas sobre el propio territorio que gobierna?

Uno podría llegar a pensar que el fin justifica los medios. Esta tesis no sería del todo inválida, ya que muchos de los cambios en la historia de la humanidad, para bien o para mal, se han desencadenado mediante movilizaciones, muchas de ellas violentas. Véase el caso de la Revolución Francesa y los valores de la libertad, igualdad y fraternidad, que han resultado fundamentales para el desarrollo moderno de Occidente.

Cuando se apoya a terroristas como Otegui o se maquilla a delincuentes reincidentes como Hasél; cuando se desprestigia una democracia reconocidamente consolidada, como la española, en detrimento de nuestras propias instituciones; cuando las autoridades incitan a las revueltas, no gana una causa política, pierde el sentido común.

Los sucesos de estos últimos años han llevado a Cataluña, en mi humilde opinión, a una concepción iliberal -por no decir liberticida- de la libertad, una igualdad muy desigual y a una indiscreta destrucción de la fraternidad. Sin entrar demasiado en detalle sobre las motivaciones políticas de los poderes públicos que nos han llevado hasta aquí, consideremos sus reclamaciones -como ejercicio intelectual-, igual de válidas que cualquier otra causa política.

Muchos catalanes flotan en la ambivalencia y el relativismo político, argumentando que su noble causa sigue legitimando estas atrocidades, pero: ¿lo justa que te pueda parecer una causa justifica su superposición a las demás consideraciones? En román paladino: ¿está la causa independentista y sus ramificaciones por encima de nuestra estabilidad, prosperidad y convivencia como sociedad?

La respuesta me parece obvia: no. No pretendo ser partidista; esta respuesta es extrapolable a cualquier causa política, sin matices. Sin embargo, incluso algo tan fundamental parece estar sujeto a debate en mi tierra. En mi opinión, esta superposición de la causa política del independentismo a todo lo demás fue y sigue siendo el germen de nuestra decadencia moral y social. Cuando le quitas el sentido común al ser humano, sigue siendo un ser, pero pierde lo que le hace humano.

Si solo fuera esta generación de políticos los afectados por esta corrupción moral, me preocuparía menos. Sin embargo, lo verdaderamente alarmante es que esta corrupción moral se ha extendido a una parte considerable de la ciudadanía, especialmente la juventud, cosa que augura un futuro desolador para la cultura política de Cataluña. Si es que, Cataluña, quien te ha visto y quién te ve…

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