Cataluña – Más irreconciliable que nunca

by Dennis Muriel

Estos comicios están demostrando la decadencia moral y democrática que llevamos arrastrando incrementalmente desde la llegada de Pujol al poder. Quienes no se alegran por los ataques a Vox, los legitiman; y quienes no, les culpan de provocar o se mantienen equidistantes ante la cuestión. Ciudadanos y el Partido Popular Catalán han mostrado su rotundo rechazo, como es de esperar, ya que ellos también son víctimas de esta misma violencia.
Esta situación es sintomática de una sociedad deshumanizada, en la cual todo vale contra el disidente.

Lo más preocupante me ha parecido el aparente apoyo mayoritario de la población a esta tesis en las redes sociales, especialmente twitter. Me gusta pensar que las dinámicas de la propia red social incitan al radicalismo y que realidad es distinta.

En todo caso, estamos empezando a ver materializado la intolerancia ideológica que se ha ido pregonando en nuestra tierra durante mucho tiempo.
No entraré a analizar sobre si los posicionamientos ideológicos de Vox son fascistas o no; más que nada porque, de así ser, tampoco legitimaría su exclusión de unos comicios democráticos. Y menos aún habiendo tenido un hemiciclo habitado por los liberticidas rabiosos de la CUP y personajes tan indiscretamente supremacistas como Torra. Si la consideración de totalitario es la premisa para lapidar el derecho de participación política de un partido, los que deberían echarse a temblar son las élites independentistas.

Los comunes y los socialistas han abogado por una incómoda omertá, obviando que el govern de Puigdemont se pasó la democracia por el “Arc de Triomf” hace poco menos de 4 años. Es más, tildan de totalitario sugerir la ilegalización de los partidos independentistas mientras que Podemos les negaría el derecho de participación a Vox. Esta doble vara de medir dice mucho de su concepción de un sistema democrático.

Estas elecciones también han demostrado la aún frágil presencia constitucionalista en el territorio. Parece ser que no hemos sabido penetrar en las zonas rurales, donde el apoyo independentista sigue siendo abrumador e indiscutido.

Esta flaqueza se debe, a mi juicio, a la poca presencia, por no decir inexistencia, del constitucionalismo – y del Estado – en en la sociedad civil en éstas. No tenemos una suficiente presencia ni contrapoderes mediáticos, civiles, institucionales, educativos y políticos en plazas como las de Olot, Berga, Banyoles o Vic.

La presencia de 3 partidos en el centro-derecha constitucionalista también complica nuestro objetivo común. Esta separación tiene sentido a nivel nacional, debido a las evidentes diferencias en cuanto a sensibilidades ideológicas de cada partido. En Cataluña, sin embargo, el campo de batalla está demasiado reñido como para andarse con divisiones partidistas. Hace falta construir un bloque político que tenga como denominador común la defensa de la legalidad, la igualdad, la libertad y la nación española. Ofreciendo así, un oasis de estabilidad y pragmatismo tras una convulsa travesía desértica hacía Ítaca.

Tras estos comicios, el constitucionalismo tenemos deberes a hacer. Hemos de pasar de la defensa al ataque. Un ataque por reconquistar la Cataluña de y para todos.

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